lunes, 18 de abril de 2011

Los dragones son míos - por Rubia Lara de Souza


Un día normal, con todo lo que los días normales tienen derecho: inestabilidad del tiempo, embotellamiento y, a veces, una suave embriaguez llamada rutina. El sol nació como siempre al este hacia su destino ya previsto desde su surgimiento; el oeste es, obvio, mi única certeza. Ya que, hay noches en que la propia luna se oculta, o por miedo o precaución, lo que probablemente es posible.
Para ser sincera no espero que todo eso tenga sentido lógico, pues causar dudas es un talento nato que tengo desde que resolví entenderme. Hay quien diga que todos poseen este don desde que el hombre resolvió aprender a expresarse.
Particularmente, me molesta saber que hago parte de una historia cuyo guión no soy yo quien lo escribo. El bolígrafo es mío, pero no soy yo quien lo elijo cómo y cuándo empezar a crear mi enredo, unos dicen después de los dieciocho, otros así que tenga libertad económica. Ahí, vuelvo al reloj y descubro que es cuando se tiene más responsabilidades, entonces, será la sociedad entera que dirá cómo y cuándo debo empezar a caminar con mis propios pies encadenados.
“Todo bien, puede que los dragones sean molinos de viento...”, como dice la letra de la música “Dom Quixote”, interpretada por la banda “Engenheiros do Hawai”, sin embargo, mi caro, estamos delante de un callejón sin salida: los molinos de viento son míos y si no los enfrento ahora, ¿cómo conseguiré enfrentarlos después? ¿Y los demás monstruos que tanto hablan y que están en los periódicos, en los magazines, en la televisión?
Me pongo mirando hacia la ventana, observando el movimiento de la cortina producido por una brisa prometida por la meteorología que aseguró que sería la noche más fría del año, sin embargo, ella permanecerá abierta, pues “Hoje é sábado”, como dijo Vinícius de Moraes, y mis amigos están allá, fuera, riendo del ridículo tedio que los envuelve. ¿Yo? Continúo aquí. Con poca luz y cubierta por un sentimiento de frustración y tedio mucho mayores, pues nadie está aquí para reír conmigo.
Sí, es noche. Todo está más lejano de como era antes de la puesta del sol, es decir, antes de la luna nacer sonriente como se usara un antifaz teatral para burlarnos. No tengo una escalera para sentir los escalones bajo mis pies y subir hasta el último para vivir la sensación de estar sin suelo y, así, errar el paso envolviendo el cuerpo en un súbito declive que unos lo creen tan profundo y excitante.
Falta poco para extenuarme de ese momento Clarice Lispector sin su máquina de escribir y, también, parar de pensar en mostrar a uno ese tiempo en el tiempo que di para hacer algo más productivo que ver TV, pues me hacen falta obligaciones deseables.
La culpa no es mía, la culpa nunca es de nadie. Perder algo no significa que sea importante, porque sólo acordamos que perdimos algo si éste nos fuera, por ora, necesario o provechoso, por eso, las almas se afligen inapropiadas para el mundo que ven y los niños lloran al nacer.
Por fin, pensando bien, me parece que haya exagerado en algunas expresiones y vestido ideas que aún están demasiado anchas para mí. Creer que pueda ser capaz de sobrevivir a las noches y días así no es decir que desee que ellos se repitan. Tengo dieciséis años, opinión y, sobre todo, algunos días y noches no tan mal aprovechados.

Crónica escrita por Rubia Lara de Souza, 2 est. NII, para el "A voces" (proyecto "El País nas escolas"), en 24/10/2010.

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